Cuando analizamos el libro de Levítico en la Biblia, podemos observar la serie de ritos que el ser humano tenía que hacer para lavar o expiar sus pecados. Es sorprendente ver, como esto era un verdadero trámite, una carga, un verdadero camino de sufrimientos, el que se tenía que hacer, para tener los medios o recursos, cada vez que el hombre pecaba. El tener un animal, comprarlo o tomarlo del propio peculio de uno, y poder así cumplir la ley, con respecto a pagar el precio por el pecado.
Imagínese que cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, eran dos millones de personas, los sacerdotes habrían estado muy ocupados en atender las necesidades espirituales y de conciencia de los israelitas. Cada día tenían que ofrecer decenas y cientos de animales en sacrificio, que servían para el perdón de los pecados de los millones de israelitas que pecaban. Esto estaba establecido en la ley, necesitaban de un cordero sin mancha, para que al derramar su sangre, expiara el pecado de la persona o del pueblo de Israel. El sacerdote ministraba estas necesidades espirituales a diario en el tabernáculo, y luego se lo hizo en el templo. El sumo sacerdote lo hacía una vez al año por el pueblo de Israel, todo esto era una verdadera ceremonia dictada en la ley mosaica, con ritos y ceremonias estrictamente establecidos.
JESÚS EL VERDADERO CORDERO SIN MANCHA
Juan, el bautista, dijo de Jesús: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29) Todos sabían de qué hablaba Juan el bautista, todos los que lo escucharon sabían de la importancia de un cordero para la expiación de sus pecados. Para ellos esas palabras no les eran ajenas ni extrañas, pues comprendían de la importancia del cordero en sus vidas. Pero aquí Juan el bautista les dice que este Jesús, es el Cordero de Dios y que a través de él, Dios expiaría los pecados del mundo. Juan el bautista declara abiertamente la noción de que este hombre, Jesús de Nazaret, era el Cordero de Dios, era el que Dios había prometido, para no ofrecer más sacrificios, sino que los libraría para siempre de esta situación. Pensando en corderos, para algunos que no saben sobre estas cosas, les podrán parecer extraños, pero a los que conocemos sobre como eran expiados los pecados a los israelitas descritas en la ley mosaica, no. Pues el precio del pecado de los hombres caían sobre los animales al matarlos y verter su sangre sobre el altar. Configurando el principio de que "sin sangre no hay remisión de pecados". (Hebreos 9:22)
Es la sangre la que obra, al derramar la sangre de un cordero sobre el altar y ser degollado, esta era la forma como el hombre expiaba el pecado que había cometido ante Dios. Siempre lo tenía que hacer e inclusive anualmente el sumo sacerdote ofrecía sacrificios para la expiación de los pecados de todo el pueblo de Israel, basándose en la muerte de un cordero y en el poder de la sangre que cubría el pecado de un hombre o del pueblo.
"Un cordero sin mancha y sin contaminación" (1 Pedro 1:19) dice el apóstol Pedro en su carta universal y este es Jesucristo. Juan el bautista lo conocía, ya lo había visto antes y aún en el vientre de su madre Elizabet, saltó de alegría al sentir su presencia. Siempre Juan el bautista supo que su pariente en la carne, era el Cordero que había de venir. Que él cubriría con su muerte y derramamiento de su sangre los pecados de su pueblo y de toda la humanidad.
El libro de Hebreos capítulo 9 versículo 12 dice que Jesús lo hizo una sola vez y para siempre, este acto lo hizo para siempre. Él entró en el mismo cielo con su sangre derramada e hizo la paz y la reconciliación entre Dios y los hombres.(2 Corintios 5:19) Él como sumo sacerdote tomó en sus manos su propia sangre y la presentó al padre celestial y expió los pecados de la humanidad.
En el libro de Apocalipsis el apóstol Juan describe que nadie se halló mas digno, sino sólo el Cordero inmolado (Apocalipsis 5:6). En el cielo el apóstol Juan visualizó al Cordero que está junto al Padre. Ahí los ángeles y todo el cielo alaban al Cordero sin mancha.(Apocalipsis 5:12-13) Y dicen: "Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios."(Apocalipsis 5:9) El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo está ahí para recordar que ya pagó el precio de los pecados del hombre. Juan dice en su evangelio:"Para que todo aquel que en él cree no se pierda sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16)
JESÚS MISMO HABLO DE SU SANGRE
El Señor Jesús antes de morir dejó claro este concepto de la sangre en su última cena, cuando dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre". (Lucas 22:20) En el antiguo pacto, la señal fue "la circuncisión", en el nuevo pacto la señal es la sangre, al alzar la copa Jesús dijo que esta era ahora el nuevo pacto en su sangre. El Antiguo pacto Dios lo hace con Abraham y es para su descendencia, para el pueblo de Israel. El nuevo pacto lo hace El Hijo de Dios, Jesucristo, con toda la humanidad, y ese pacto es a través de la sangre de Cristo que se derramó y expió los pecados de todo el mundo.
Si un cordero, o sea un simple animal, expiaba con su sangre los pecados de un hombre y de una nación, cuanto más la sangre de Cristo, derramada en la Cruz del Calvario, la sangre del Hijo de Dios, pagará y/o expiará los pecados del mundo.
LA SANGRE DE JESUCRISTO NOS LIMPIA DE TODO PECADO.
Dice la Biblia en I Juan 1:7: "y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." El apóstol Juan asevera en su carta a la iglesia, que es la sangre, la que limpia de pecado al hombre. No hay otra provisión mas genuina que la sangre del Hijo de Dios.
UNA SIMPLE RESOLUCIÓN
Hoy debes estar atento a aceptar el nuevo pacto. Estás a tiempo de recibir a Jesús como el Cordero que expiará tus pecados. Si tú dices que tus pecados son atroces y que no hay expiación para ellos, puede que en parte sea verdad lo que estás pensando. Pero la poderosa sangre de Jesucristo derramada en la Cruz, pagó el precio de estos pecados que has cometido. No lo dudes. Acepta a Jesucristo en tu corazón y tómalo como el Cordero, que con su sangre, pagó tus pecados en la Cruz y dile adiós a tus culpas. Camina ahora en una vida limpia, y puesto los ojos en Jesús sigue adelante. Dios te bendiga grandemente.